viernes, agosto 13, 2004

Nadie puede morirse de extrañeza, pero sí puede morirse de extrañar

(Llevo dos días tratando de recordar de dónde saqué esa frase... Voy de mal en peor porque ahora ya nisiquiera recuerdo si era literalmente así)

Durante un proceso de aseo profundo de mi cuarto me encontré con varias cosas que me trajeron recuerdos. En un ejercicio de introspección me pregunté si había algo que extrañara, algo que, si pudiera, lo traería a mi presente y nunca más lo dejaría ir.

La respuesta fue afirmativa: extraño un reloj que perdí hace como dos años.

No, no era un reloj de oro con diamantes en lugar de números, tampoco me lo dió alguien a quien amé profundamente ni era parte de una herencia familiar que se pasaba de generación en generación.

Sólo tenía manecillas y daba la hora, fue dignamente adquirido en el tianguis, pero desde que lo perdí, cada que quiero saber en qué minuto del día estoy viviendo y tengo que preguntárselo a alguien o buscar entre el tilichero el celular, lo extraño.

No he vuelto a comprar otro y a ése lo he echado de menos cada día desde hace dos años hasta hoy.

La conclusión es que no hay nada ni nadie que extrañe más que a mi desaparecido reloj.

¿Eso hablará mal de mi?
Nah.

2 comentarios:

Plaqueta dijo...

Yo soy una compradora compulsiva de relojes baratos (entre otras cosas). Los hay de tantos diseños divertidos, que no puedo resistirme. Y sólo cuestan 10 pesos. 15 a lo mucho.
Para cuando el reloj en turno se me descompone, recurro a mis reservas. Pero generalmente ya se descompusieron por estar abandonados en el polvo.

Alguien dijo...

yo tambien tengo algo que extrañar! pero eres la mejor persona del mundo por que me vas a prestar los tuyos!