martes, mayo 29, 2007

El mundo mis pies

No el mundo a mis pies. Camino y los miro. Derecho / izquierdo / derecho / izquierdo. Avanzan. Siempre la mirada puesta sobre ellos que se mueven con poca gracia entre la arena en la que se hunden y salen / se hunden y salen / derecho / izquierdo. Me detengo. Levanto la vista. A un lado el mar demasiado azul, azul cielo, aunque ese cielo es un poco gris. Al frente algunas piedras. Al otro lado gente, gritos, latas. Así que aquí estoy, así que esto hay, (así que esta es mi vida). No sé si sigue siendo bello o si me entristecen sus huecos, su naturaleza de maqueta, su suciedad art déco. Termino pensando, como cada vez que me detengo a ver, que hay tantas cosas que ya no sé con qué ojos mirar. Me asusto me confundo me parto y mejor vuelvo a caminar. Inmediatamente los ojos regresan sobre los pies que se mueven entre la arena todavía muy blanca pero ya no suave como la recordaba, ya no limpia, y ahí se quedan.

Cuando levanto la vista nada es hermoso como lo recuerdo, como lo imagino. Tal vez por eso, con la esperanza encogida de hombros, ya siempre voy con la mirada clavada en mis pasos.

Puedo viajar, puedo ir lejos de casa (no del hogar), pero de un tiempo a acá sólo conozco la tierra que piso y nada más. Quizá así es mejor. Sigo andando, manos en los bolsillos, el mundo mis pies. Todavía me queda imaginar.

lunes, mayo 28, 2007

Campechano

En 1991 estaba de moda decir "¡qué padre!".

Ahora lo que se usa es decir "es lo que te digo", aunque en realidad no te estén diciendo nada. Puede usarse así suelto, tras realizar una acción cualquiera (abrir una puerta o estornudar), o al final de una frase.

Yo, por más que me esfuerzo por estar en onda, jamás encuentro cuándo decirlo.

¡Qué padre! Siempre seré una dama sin modernidad.

Es lo que les digo.

* * *

Checkmate

Pensará usted que nos faltó tiempo. En realidad tiempo sobró. El usted no es por respeto, es porque a partir de ahora me es absolutamente ajeno. Me gastó la espera. Me aburrió el juego tan falto de esfuerzo. En adelante todo será mentira. Váyase y no vuelva. Si voltea para atrás, las palabras y los sentimientos se convertirán en estatuas de sal. Los mitos siempre. El amor jamás. Game over.

domingo, mayo 20, 2007

Como realidad que cruza por mi fantasía

A mí, como a Libertad, me gusta la gente simple, de ésa que no quiere correr en círculos agitando los brazos para demostrar su felicidad o que vive de darse azotes con el látigo de un drama que, casi siempre, tiene más de inventado que de real.

Me gusta la gente limpia, la gente buena, la que no lleva sal ni azúcar, como esos panes que dan en la iglesia en Semana Santa.

Me gusta también dar primeros pasos, aunque sepa o intuya con asombrosa seguridad que no me llevarán a ningún lugar. Me enternecen los comienzos esperanzados casi tanto como ver lo mala que soy para inventar pretextos, siendo que lo que quiero es tan puro y simple (como el hambre de Libertad): abrir una puerta que por una vez no dé al paroxismo (o a la tristeza, aunque el arquitecto la abra hacia el pasillo), sino a un lugar donde habite alguien que sea simple, limpio, bueno como el pan.

Me gustaría, sin embargo, que por una vez mi intuición con asombrosa seguridad se equivocara, que se me diera lo que quiero.

Ahora, como cuando niña al pedirle un juguete a mis papás, miro a todos lados (para donde sea que esté lo que me lo pueda conceder) y lo pido haciendo esta sacrificada oferta: "Y nunca jamás en la vida te vuelvo a pedir nada, ¿sí?"

Porque la gente simple vale más que mil cosas que se puedan desear.



*Ojalá*

domingo, mayo 13, 2007

¿Es usted idiota o algo?

A Carito
A Rosángela
A Pirer
A mí

Una vez en el cine, por escuchar ruiditos de envoltura de comida, volteé con quien estaba a mi lado y le dije "¿qué comen? Dame", a lo que atentamente me respondió sacándose un chicle de la boca y presionándolo en la palma de mi mano. "Guacala", pensé, "pero eso me saco". ¿Por qué después de 10 años de conocerlo espero recibir ante tal oportunidad una luneta o un pandita y no algo moquiento o baboso, como pasó, había pasado antes y seguro volverá a pasar?

Es como en la vida misma. No es muy difícil conocer a las personas, pero insistimos en ver en ellas sólo lo que queremos, nos obstinamos en esperar, siendo que bastaría un "apenas", un "no quiero" para empezar de otra manera el día. Pero ahí vamos a pedir y, nunca falla, recibimos justo lo que no queríamos, aunque sabíamos desde el primer momento que sería.

Como de lo malo, lo peor, el defecto de poner las esperanzas donde no servirán no sólo es hacia el otro, sino también hacia uno mismo.

El otro día, ante algo que nadie quería hacer, pero alguno tenía que, alguien me jugó en un piedra, papel o tijera la decisión. Yo gané. "No se vale. Yo siempre pierdo en esto", alegó. Entonces, ¿por qué, sabiéndolo, aceptó mi (maduro y por demás civilizado) método para resolver el conflicto? "A ver si esta vez sí", supongo. "Va la buena, va la buena", pero no. A decir verdad, yo lo hubiera hecho igual. Lo hago todo el tiempo (y siempre es no).

Y así habemos quienes nos pasamos la vida extendiendo la mano para recibir algo sucio, feo o masticado (un chicle o un corazón) y jugándonoslo todo en un piedra papel o tijera predestinado a perder...

Bueno, ¿es usted idiota o qué?