viernes, junio 30, 2006

Hombre de hojalata: te regalo mi corazón...

...Se está poniendo blando y eso a mí no me gusta

Título opcional para la mitad del post: Corazón tan blando

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Yo jamás lloro, pero por hoy llorar fue como respirar, algo que no se piensa, que ni se siente, que sólo pasa y que es irreprimible.

(Desperté llorando, salí llorando, regresé llorando, me bañé llorando, me maquillé llorando -y eso es algo bien difícil-, me vestí llorando, contesté e hice llamadas llorando, respondí preguntas llorando, concerté citas llorando y al final, para cumplirlas, dejé de llorar.)

Después de siete horas seguidas de llanto sin parar más de cuatro segundos, apenas lo necesario para tomar aire (el llanto requiere una larga y continua exhalación, ya vi), me dolía la cabeza, el cuello, el estómago y, lo peor, terminé con un ojo cheche (mis favoritos), pero aún con la mitad del día llorada, los dolores varios y el ojo cheche, salí e hice lo que había que hacer (but I still have to face the hours, don't I?); soy fuerte y admirable.

La verdad sí lo soy. La verdad yo sí me admiro.

Lo que pasa es que nadie se fija mucho en mí, pero si me vieran, si alguien se fijara, ahí los querría ver. Como sea no lo van a hacer.

Y también como sea, ya pasó, y ahora sigue ver cómo me va en mi nuevo año con esta actitud que me he propuesto seguir, basada en la frase aquella de:

“Yo nada más les pido una cosa: los que se vayan a ir que se vayan y los que se vayan a quedar que se queden”.

Ahora veo que tiene tanto sentido que actuaré en adelante con eso como escudo, y a los tibios, los que no puedan decidir por sí mismos o los que sí pueden decidir, pero no actuar, ya yo me encargaré de sacarlos a gritos y escobazos.

Ése es el plan. Ya no hace falta improvisar.

Y sí, así es, al final de “el día más miserable de mi vida” me ha vuelto el ánima y el ánimo, y todo gracias a unos zapatos condenadamente hermosos que me compré. Rojos, toditos forrados de diamantina, irrisorios para los que los vieron pero perfectos para chocar los talones tres veces, salir de acá y poder estar mejor.

Gracias principalmente a los zapatos (qué raro agradecerle a unos zapatos) (pero a falta de algo mejor) (aunque también está difícil que haya algo mejor) (es que hay que verlos, tan rojos, tan diamantinos, hermosos), gracias porque otra vez ya pasó, y yo me voy, pues, me voy, me voy a ver al mago, al mágico mago de Oz.

Parece que tenemos un ganador

A veces me da pena el largo lamento que es este blog y por eso lo quito. Luego me doy cuenta que ya no tengo dónde lamentarme y entonces se me empiezan a amontonar los lamentos y ya no sé qué hacer con ellos, y me aterrorizo, y lo devuelvo.

Se me ocurre, por ejemplo, ahora: ¿dónde si no aquí voy a decir que he tenido el día más miserable de mi vida?

Lo tengo cada año, cada año se supera, cada año se impone un nuevo récord en la categoría "el día más miserable de mi vida".

Y el ganador es: ese día de junio del 2006 por no pude evocar ni un sólo momento feliz, me descubrí terriblemente sola, lloré descontroladamente y esperé esperé y tu casa derribaré.

Clap, clap, clap.

Pero bueno, ya pasó.

¿Qué calamitosas sorpresas nos esperarán el próximo año en "el día más miserable de mi vida"?

¡Esté pendiente! ¡No se lo pierda!

Ya se empieza a generar la expectativa. ¿Qué será, será?

miércoles, junio 28, 2006

De saber que vendrías te tendría un pastel, un pastel, un pastel

No pasó, pero bien que me hubiera gustado ser feliz.

Total que ya no tengo ni voz ni ganas ni nada, total que no llegó, total que me importa tanto que no me importa.

*Es tan malo que hasta es bueno.*

Qué pinchetristeza la de estos días, la de mañana.

Suelto todo lo que tenía agarrado, acepto que se vayan (que se vaya) (que te vayas), yo me quedo donde siempre, en lo mismo.

No lo quiero pero lo aguanto. (Valiente valiente.)

Yo quería ser feliz.

No lo fui.

Pero bien que me hubiera gustado.




Solita va solita irá venciendo al miedo.





*Felicidades, mi niña*

jueves, junio 22, 2006

Desde la tripa: Asco que me das, amor

Escribo desde la tripa porque no me sobrevivió cabeza al coraje y la desesperación. Escribo porque no hay otra cosa que pueda hacer para calmarme las manos temblorosas que no se han detenido ni un puto momento desde la tarde. Escribo porque no te tengo enfrente para romperte un florero lleno de margaritas en la cabeza. Escribo porque me lleva la chingada y no debería ser así: yo antes los veía desde mi balcón partiéndose la madre con sus desgracias de amores, pero terminé ahí abajo, recogiendo pedaceras, formándole una estatua a mi fe con lo que sobró.

Esto es mi amor: una colcha hecha de retazos (de secretitos y acciones traicioneras que no son importantes) con la que me he estado cobijando todos los días.

Escribo desde la tripa nada más para decir que no necesito bajar a recoger tus ganas de no sentir más soledad, que puedo volverme a mi palco, que prefiero sentir frío sin la metáfora pendeja de la colcha de retazos al asquerso sudor casi imperceptible que provocaba su cobijo.

Y desde la tripa lo digo: Asco que me das, amor.

miércoles, junio 14, 2006

Por eso tengo un blog (la conclusión de la conclusión)

1.- Problemas con el reloj biológico
No es que no me dé cuenta qué hora es, en mi casa hay más relojes que cuartos y en mi cuarto más relojes que ganas, los veo y los comprendo, de números y de manecillas, todos los manejo, pero siempre creo que aún estoy a tiempo, aún estoy a tiempo, aún estoy a tiempo y de sopetón ya es muy tarde, por eso nunca estoy a la hora que debo sino mucho después. Lo que pasa es que traigo mal aceitado el reloj biológico, se le atoran los engranes, tengo descompuesta la glándula que secreta los minutos. Es patológico lo mío. Debo ser tratada en mi impuntualidad con amor y respeto como cualquier enfermo.

2.- Culpo a los chinos
Complicado despertar, pero complicado también dormir. De un tiempo acá ya no duermo sino hasta que no sale el sol, pero no es mi culpa, es culpa del reloj biológico mal aceitado y de quien decidió pasar la novela china (coreana) a las 5:00 a.m. Ésta se trata de dos chinos enamorados de una china, la china quiere a uno, pero él es famoso así que no puede estar con ella; esos chinos y todos los demás chinos ahí tienen muchos problemas, y claro, cómo no iban a tenerlos si son chinos. En la novela todo es drama, pero uno no les cree porque lo que implique chinos suele ser poco serio. También lo que implique la palabra "pollo". Yo igual veo la novela y como el pollo.

3.- Chimulco, agua, pura diversión
El otro día soñé que me encontraba en la calle con el niño que rapeaba el jingle de Chimulco. Al principio no lo reconocía sin los lentes oscuros, pero cuando me daba cuenta de quién era realizaba mi gran ilusión de demostrarle a alguien a quien le pudiera importar que yo me acuerdo de la canción completa. Me desperté todavía con el eco de la gloriosa parte final: Chi-mul-coooo, Chi-mul-cooo. Después recordé que nunca he ido a Tobolandia y sólo una vez pasé por ahí; parecía un lugar de 3x3 metros donde 40 toboganes daban a una misma alberca. Quién sabe si todavía existe. Si ya no, seguro fue porque les pasó lo que a Martin cuando construye una alberca en el jardín de su casa para volverse popular. A veces sueño con el niño de Chimulco, a veces con Roberto Madrazo. Tal vez por eso me es tan difícil dormir.

4.- Nadie me regala cosas bonitas
Bueno, sí, a veces, pero deberían regalarme más cosas bonitas, las merezco. Me gusta el papel de víctima. Ay de mí. Ininterrumpidamente he vivido 23 cumpleaños que han sido un tragedión. Quiero que en éste me den muchas cosas bonitas, pero para eso tendría primero que tener un millón de amigos. Sé que lo puedo conseguir si: dejo de llegar tarde y modorra a todo, entiendo que la novela de los chinos no es un tema interesante de conversación, dejo de hacerle notar a las personas que me sé la canción completa del comercial de Chimulco y construyo una alberca en el jardín de mi casa.

5.- Great! Now offering! Last chance!: La conclusión
No tengo jardín, no tengo casa. Nunca seré popular.

miércoles, junio 07, 2006

Tremendo fracaso del lujía

Lunes noche Shamú-mu y yo pensamos que estaría bueno vivir un día de lujo, donde nos diéramos toda clase de gustos, como decir cosas sin sentido pero que siempre tuvimos ganas de decir o comer una galletita a la hora absurda; de lo mínimo a lo aparatoso, cualquier cosa bella que de usual no se encontraba dónde acomodar tendría lugar en nuestro día de lujo, en nuestro lujía.

Lunes noche Shamú-mu y yo pensamos que el día de lujo teníamos que vivirlo lo más pronto posible, de manera que -inocentes, ternuritas- creímos que martes todo el día viviríamos el lujía.

Así pues, se echó a andar martes, del cual mañana y tarde más bien normal, que es mal, pero, bueno, uno se acostumbra y podría estar peor, cómo no, así se que se agradece la estabilidad. Martes andante sin novedad pero todavía con esperanza para el lujía -además, todavía queda la noche-.

Martes noche sigue normal, pero de golpe y porrazo -pum paf- viene crisis. Angustia, desesperación y esas ganas pierdes ganas de despellejar-me-a-mí. Nadie se queda y nadie escucha, qué solita la pobrecita, carajo caraja -y qué sola y qué tierna de espanto, qué mía-. Pero pasa pasa y al final todo termina en risas irracionales -es tan malo que hasta es bueno- las que, a sugerencia de Shamú-mu, dedico a los nosotros de ayer -inocentes, ternuritas- que creíamos que martes todo el día -o en cualquiera de sus momentos y de súbito e improviso fsssum fsssum- sería el lujía.

Menos mal y qué bueno que yo mantengo a raya la desesperanza, así que pienso que cualquier día -de golpe y porrazo pum paf- puede convertirse en el lujía.

A pleno miércoles madrugada me voy a acostar con semblante deforme pero simpaticón -resultado de una mezcla de gracia, pánico y pena- topogigescamente cantando unos versitos de consuelo y ánimo para antes de dormir antes de dormir antes de dormir.

...porque mañana será otro lujía, hay que vivirlo con alegría...

viernes, junio 02, 2006

Por qué me tengo que comprar un sombrero (Revelación)

Hasta hace poco yo quería la cabeza sangrante de E. clavada en una estaca en mi jardín, y eso que casi no me alcanza el ánimo para odiar a nadie, sin embargo a él le profesaba un odio genuino y desesperado. Ahora le escribo un correo de infinita gratitud porque me ha tenido una gran consideración.

Resulta pues que el burlesco infame de pronto se mostró noble, llevándose con eso al carajo mi lista completa de personas que conozco y que tengo clasificadas en "los buenos" y "los malos". ¿Dónde quedan los infranqueables abismos si en cualquier momento el malo se vuelve bueno y uno ya no sabe ni qué pensar? Ya no hay respeto a las etiquetas. Así que todo puede cambiar de pronto.

Otra prueba en el mismo día. It's possible to die o Aunque parezca increíble, la gente se muere, vi y leí. Creo que hace mucho que yo no me quiero morir. Antes sí quería, todo el tiempo (pero hay que entender, yo estaba en el Anahuac). Ahora ya no, al menos no esas ganas muerteeeeevenamígrooooaaaaarrrr (al decir esto hay que agitar los brazos en el aire y, de ser posible, que cada ojo vea para diferente lado). Quizá algunos días, espaciados, cuando es demasiado hartazgo o cansancio, pero ni entonces. Me da igual. Otro día y otro día y otro día y puedo morirme o no morirme, para mí está bien cualquiera, gracias, como apetezca el Sino. Nunca he tenido asuntos pendientes, ni ganas, ni nada, así que por eso siempre que me preguntaba ¿me podría morir ahorita? la respuesta era sí. Pero todo puede cambiar de pronto.

Yo estaba viendo la novela de en la noche y en un comercial pensé ¿me podría morir ahorita? / pues sí, ya / ... / pero me moriría sin haberlo vuelto a ver / ... / entonces me espero, un poquito más, la novela volvió y dejé de pensar.

Qué escándalo. De golpe, paf, todo puede volverse distinto. Los malos se hacen buenos y seguro que los buenos podemos despertar un día (o dormir una noche o cualquiera otra de las posibles combinaciones) siendo malos, y ahora mismo morirse y no morirse sí representan cosas diferentes. De golpe, paf, hay matices, hay razones. Qué terror, qué espanto.


Y yo antes ni siquiera veía telenovelas. Lo peor.

jueves, junio 01, 2006

Por qué me tengo que comprar un sombrero (Conclusión)

No sé por qué nunca me he comprado un sombrero. No que haya querido usar uno alguna vez, pero no entiendo por qué nunca he comprado un sombrero. Quién quita y entre tanto caos hasta lo necesito.

Mañana me compro un sombrero, antes de que todo (los buenos, los malos, la vida misma y hasta el amor, esa palabra) se termine de desorganizar.

Por qué me tengo que comprar un sombrero (Aclaración)

No soporto esas ganas que me quedan siempre al final de aclarar qué tiene que ver el tal con el cual.