Volvió. /Respiro de alivio./ Y es que era muy triste querer entrar a mi propio blog y no encontrarlo.
Una vez arreglé mi cuarto y guardé el libro que en ese momento leía (a saber, Corazón tan blanco) en el lugar que me pareció más obvio para guardar el libro que en el momento se lee (a saber, el cajón de un buró). Cuando quise seguir leyéndolo lo busqué en el huequito entre el colchón y la pared (donde siempre lo pongo) y no estaba, tampoco abajo de la cama, tampoco en el clóset, ni en los otros cuartos, ni en los libreros, ni en el carro, ni en el trabajo y tuve que darlo por perdido. Hasta que necesité algo del cajón del buró y lo abrí vi que ahí estaba, en el lugar que jamás recordé como el más obvio para guardar un libro. Eso siempre me pasa: guardo cosas en sitios que en el momento me parece muy evidentes y luego doy por perdido lo guardado porque ya no me acuerdo dónde lo puse. No soy buena para los lugares comunes.
A mi pobre blog lo cambié de dirección en un momento de coraje post-navideño y luego se me olvidó cómo era la dirección a donde lo mandé y la computadora de mi casa no me dejaba entrar al blogger para verlo y hasta hoy regresé a la todopoderosa computadora del periódico y pues ya, volvió.
La vida definitivamente no es bella, pero sí fácil (o con el tiempo se vuelve), y me gusta así.