(Tres horas atrapada en la inundación)
En la espera se hizo de noche. En el resbalar de la lluvia por los cristales se lavaron las esperanzas, se destiñeron, se hicieron nada.
Recordé cuán tarde era para mis deseos. Intenté actualizarlos, conseguirles un poco más de tiempo, pero descubrí, sin sorpresa, que habían caducado, en el justo momento de buscarlos, hacía millones de horas atrás. Esto es todo lo que me queda: la imagen de la reina fatigada, sin deseos, sin esperanzas, expuesta al mundo en el aparador de su carro, y una noche convertida en llanto en su honor porque ella no sabe llorar.
En la espera las calles terminaron por secarse.
Todo volvió a la normalidad.
En la espera se hizo de noche. En el resbalar de la lluvia por los cristales se lavaron las esperanzas, se destiñeron, se hicieron nada.
Recordé cuán tarde era para mis deseos. Intenté actualizarlos, conseguirles un poco más de tiempo, pero descubrí, sin sorpresa, que habían caducado, en el justo momento de buscarlos, hacía millones de horas atrás. Esto es todo lo que me queda: la imagen de la reina fatigada, sin deseos, sin esperanzas, expuesta al mundo en el aparador de su carro, y una noche convertida en llanto en su honor porque ella no sabe llorar.
En la espera las calles terminaron por secarse.
Todo volvió a la normalidad.
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