jueves, marzo 01, 2007

Aquel antiguo sentimiento, aquella idea de que no importaba que O'Brien fuera un amigo o un enemigo, había vuelto a apoderarse de él. O'Brien era una persona con quien se podía hablar. Quizá uno no deseara ser amado tanto como ser comprendido. O'Brien lo había torturado casi hasta enloquecerle y en un momento le haría matar, pero eso no importaba, porque en cierto sentido, más allá de la amistad, había intimidad. De un modo u otro y aunque las palabras que lo explicaran todo no hubieran de ser pronunciadas jamás, había un lugar donde podrían reunirse y hablar.
(1984)