martes, enero 31, 2012

Éstas no son horas ni nosotros personas

Mientras la roomate hurga en el desastre que ella misma causó buscando unos papeles que todavía no encuentra, yo termino mi café y canto mientras la compongo una canción sobre cómo ya vamos casi dos horas tarde a nuestros respectivos trabajos.

"Hay que prometer que cuando tengamos 30 nos volveremos personas reales", me dice.

Me río. Me despido. Me voy.

No puedo prometer eso. No quiero.

Tal vez madurar no es volverse persona, sino aceptarse como personaje, construirse, aprovecharse.

Prometan que nunca se volverán personas. Que nunca me pedirán que yo lo haga.

Nos necesito como personajes.

lunes, enero 30, 2012

Cariño, nunca me fui de casa

Hace ocho años tenía 22. Era 2004. Trabajaba en el CUCEA y lo odiaba. Más lo odiaba que trabajaba. Estaba en la escuela. Me divertía mucho pero también quería adelantar el tiempo hasta un lugar de él donde pudiera divertirme sin culpa de estarme divirtiendo en vez de aprender algo.

Vivía en Guadalajara. O no vivía tanto, pero ahí estaba.

Ocho años después tengo casi 30. Es 2012 y dicen que se va a acabar el mundo, pero dicen eso a cada rato. Trabajo en publicidad y lo odio. Más lo odio que trabajo. Hace tiempo que salí de la escuela; hace tiempo que eso permanece en mi vida como un ciclo no cerrado. Ahora me divierto menos que entonces pero me maravillo más. Desde hace ocho años hasta ahora no he encontrado ese lugar o momento en el que no me dé culpa estarme divirtiendo o maravillando en vez de estar aprendiendo o haciendo algo; creo que esto ya no me importa tanto.

A veces no puedo dormir y a veces lloro poquito y a veces quiero morirme porque todo está mal, porque no soy lo que quieren y porque no sé qué es lo que yo quiero ser, pero la verdad, escúchame bien, escúchame y dímelo en todas esas veces que seguro vendrán: este es para mí un momento fantástico.

Vivo, aunque todavía no podría decir que vivo, pero estoy en una ciudad en la que, aun si no sé dónde estoy, nunca me siento perdida.

Me pagan por leer lo que otros escriben y además me pagan por escribir lo que quiera. No puedo vivir de eso pero eso puede ayudarme a sentir que sí vivo, me diga lo que me digan en ese otro campo en el que trabajo y odio, más odio que trabajo.

Veo cosas hermosas todos los días. Leo cosas hermosas. Escucho a la vecina cantar en su regadera junto a la pared pegada a mi cama y eso a veces me hace sospechar que soy pobre pero incluso en esas ocasiones me conmueve y finalmente me da risa; hablo de mi pobreza, también de su canto.

Me gusta mi casa aunque haya quien no la entienda. Me gustan las paredes rojas de afuera. Me gusta que todo sea tan viejo y sin embargo, para mí, tan nuevo. Me gusta que esto haya existido tanto antes que yo y que ahora me permita habitarlo.

Quiero a mi roomate. La quiero como la quería cuando teníamos 15 años y pensábamos qué iba a ser de nuestra vida 15 años después, y resulta que es esto, y resulta, más sorprendentemente que es -casi- lo que esperábamos.

Yo sé que luego no voy a poder dormir y voy a llorar poquito y voy a querer morirme porque todo está mal, porque creo que no sirvo como pensaba que no serviría cuando tenía 15 años; por eso te cuento esto, espero que lo hayas escuchado bien claro.

Todo está bien. Esto es maravilloso. Soy lo que esperaba porque nunca esperé nada. Soy mejor de lo que esperaba porque soy esto, soy algo, y es maravilloso. Todo está bien.

No olvides recordármelo.

jueves, marzo 24, 2011

Post pechado


No revivió el blog, pero me da cosa que el texto de mi Pecha kucha, que me informaron que ni se entendió, se quede a arrugarse en Mis documentos. Mejor aquí, extendidito. Que el blog zombie lo cuide; si aquí sigue, que al menos sirva para esto.

Voy a enfrentar los seis minutos más largos de mi vida. Dar la cara nunca fue lo mío. Dar la voz nunca fue lo mío. Podría dar alguna otra cosa pero no mientras no tenga definido qué es lo que tengo.

Tengo, tenemos, la percepción de una ciudad en la que no pasa nada, tal vez porque sólo la hemos visto desde adentro, encontrando no más que paredes y calles por las que avanzamos sin llegar a ningún lado. Tengo que enfrentar esto, como tengo que enfrentarlo todo, y presentar algo que esté haciendo. No sé qué estoy haciendo y aún así tengo la sospecha de que puede salir mal. Por eso tengo un plan de contingencia. Tengo los tuits de Margarito para explicar lo que haya que explicar, lo que también puede ser nada.


Tengo, eso sí, algunas preguntas. Y ustedes quiénes son. O qué estoy haciendo. A nada de eso tengo respuesta, pero tengo la seguridad de que siempre hay alguien preguntándose algo. Hasta las calles.


Una amiga tomó una foto. La foto salió movida. Al fondo de la imagen tres signos de interrogación dejan en claro que hasta las calles se preguntan quién sabe qué cosas. No sé cuáles son las preguntas, pero igual hay que esperar las respuestas, porque hay que esperar algo siempre, hay que tener al menos eso.


El problema es desconocer la pregunta pero la solución es de cualquier manera esperar la respuesta, aunque no se tenga mucha vida para ello, se tiene la que queda, la suficiente.



Habría que sentarse cómodamente y en caso de tener que estar en más lugares dejar al menos una parte nuestra a esperar lo que venga. Tal vez no es tan buena idea seguir cuando la parte que se deja son las piernas, pero quién soy yo para juzgar. Sólo soy una chica que ha salido con la necedad de mantenerse entera.

Por otra parte, no estaría tan mal saber qué hacer entre las idas y las esperas. Tomar consejos, tomar consejos por la comedia; tal vez no sirvan de nada, así que pueden venir de cualquiera.


Margarito, por ejemplo. Humildad ante todo, por ejemplo. Dios no tenía Chevy ni Blackberry. Habría que escribir un libro que se llamara así y se tratara de eso. O no. Me gusta proponer cosas que posiblemente no se van a hacer y decirlas de tal forma que quede bien claro que no las voy a hacer yo, que las haga quien quiera. Habría que dejar de hacerlo o habría que seguir consejos al azar y que la vida sea lo que sea.



Hoy puede ser un día fantástico, aunque a buena hora me entero, porque ya casi se acaba. O qué bueno, porque también podría no serlo. Puede y puede no ser un día fantástico pero tampoco está uno para ponerse a hacer nada al respecto, a veces sólo pasa lo que tiene que pasar: el tiempo.

Lo que pasa es el tiempo que son minutos que son horas que son días que son meses y así en adelante y todos juntos son bien montoneros. Qué miedo. Yo no quiero tener miles de años aunque nunca llegue a ser un iluminado. Yo no quiero tener miles de años.



Hasta aquí, gracias, me quedo con esto. O no. No quiero realmente quedarme con esto pero tampoco quiero seguir avanzando para descubrir que adonde me estaba dirigiendo era a lo alto de un edificio que está por caerse. Y que seguramente se caerá cuando llegue. Sí quiero irme de aquí, pero no quiero ir allá adonde voy a terminar cayéndome.


Para qué tanto. Aquí me quedo mientras se pueda y acepto las cosas como son. Con su baba, su ojo hinchado, lagaña y greñuda un poco. Creo que Margarito se refiere a la vida. Cómo se espera que alguien quiera seguir cuando en el lugar donde está lo que tiene es a un midget hablándole de la vida.



Aunque tampoco estaría mal ir a ver qué más hay. Definir qué es eso que se ve a lo lejos por el hueco que dejó todo lo que se ha ido rompiendo. Habría que ir a ver qué más hay, habría que hacerlo, como se hace casi todo, nomás por hacerlo. Tal vez haya más de lo mismo. Tal vez algo peor o tal vez algo mejor, porque por qué no.


Por decir una posibilidad de algo mejor: un perro. No estoy segura de qué sea metáfora el perro, no sé por qué estoy hablando de un perro, pero qué sí se, el caso es que ya se vio involucrado uno y ahora hay que amarlo y amar a sus pulgas. Hay que amar hasta a las pulgas, carajo, tal vez nunca debimos involucrar un perro.



Todo mal. Soy el payaso y te cargo si quiero. O no, no es verdad, no es tan verdad, todo no, al menos no todo mal. Pero voy a seguir defendiendo mi legítimo derecho a quejarme cuanto puedo. Lo hago por la comedia, y cuando es necesario me retracto de ello. Las pulgas no están tan mal, sí habría que amarlas si se ama al perro, pobrecitas, tienen sus propios problemas.



Una pulga es una pulga es una pulga pero no hay que minimizarlas por eso. Son como todos. También se confunden, escuchan aquel estruendo y creen que son ellas las que ladrán, quizá incluso creen que son el perro.



Todos nos confundimos, todos no sabemos ni qué. Las pulgas creen que son el perro, el perro cree que es la casa en la que se refugia, la casa cree que es un hombre y quiere ir a lugares pero no puede. La casa no es hombre pero es como algunas personas que no van a ningún lado, como si fueran parte del suelo.



La casa se queda ahí “viendo algo”. Tal vez uno es la casa. Tal vez ir a lugares está sobrevalorado. Tal vez no está tan mal seguir en Guadalajara y ver algo. Ver lo que sea. Ver hacia todos lados como si se estuviera siempre a punto de cruzar una calle, nunca se sabe cuándo o de dónde puede venir la calamidad o caerte un piano en la cabeza. No me ha pasado ni he sabido de nadie en tal situación, pero espero que la televisión no me haya estado mintiendo. El caso pues es que ya si uno tiene que quedarse, habría que quedarse, al menos, a ver algo. No es cierto que aquí no pasa nada.



Si uno se fija bien puede ver, por ejemplo, algo cercano y pensar por un momento que es una luz que nunca se apaga, aunque luego resulte ser sólo un incendio. Además un incendio en un lugar equivocado, eso pasa.

Pero otras cosas pueden verse. Cosas sorprendentes. Por ejemplo. No se me ocurre ahora ninguna, eso también pasa. A veces uno se queda en el mismo lugar como se queda sin nada. Sin tener, sin ver, sin saber ni qué.

Pero hang in there, baby.




Al menos mientras estemos aquí siempre tendremos Guadalajara y sus calles y los que se quedan y la posibilidad, en caso de encontrarlas, y a veces las encontraremos, de ver cosas sorprendentes, y mientras eso pasa, o mientras nos vamos, siempre tendremos perros, aunque nunca supe qué simbolizaba el perro, pero los tendremos y amaremos a sus pulgas y lo haremos con gusto aunque lo hagamos entre lamentos.

Por la comedia, porque no tiene sentido, porque al menos sigo, seguimos, al menos seguimos vivos.

Porque para algunos ya ni quejarse de que siguen aquí y no tienen nada es bueno.

lunes, agosto 17, 2009

Bye bye, birdie

He visto a un tío disparar dentro de un supermercado con una recortada. No era una gran película, pero los disparos hacían buenos agujeros y las caídas eran buenas también. Había una chica. Una pelirroja que trabajaba de camarera. Casi todo el tiempo estaba el tío de la recortada disparando sobre todo lo que se movía y sobre lo que no se movía: botes de tomate frito y cajas de spaguettis. Pero a ratos aparecía la chica, y bueno, ella sabía que aquello no estaba bien, pero aún y así le quería. Él era un tipo duro, con la cara picada, y ella era una de esas camareras de película. Cuando no estaba disparando, el tío iba a recogerla al bar. La subía en su coche y la llevaba a la playa. Ella sabía que no era un santo, pero también sabía que él nunca iba a apuntarla con la recortada. Así que lo pasaba bien. Se tumbaban en la arena. Entraban y salían del agua. Se daban besos y follaban. Ella era todo lo feliz que puede ser una preciosa camarera. Cuando al tío le pillaron, ella estuvo siempre a su lado. Había disparado a niños y a mujeres. El jurado no podía ni mirarle a la cara. Dijeron que era un animal salvaje, pero ella siguió queriéndole. Sabía que lo de la recortada no iba con ella. Siguió queriéndole después de que le frieran en la silla. No era una gran película, ¿sabes?, pero era un gran amor.
De 10 canciones de amor y 7 caminos distintos de vuelta a casa,
Ray Loriga


Esto tampoco fue un gran blog, pero, ya sabes por dónde va: fui todo lo feliz que se podía ser.

Siempre le he tenido miedo a, y no sé qué palabra escoger "claudicar", "renunciar", las dos me gustan y a las dos les temo, siempre le he tenido miedo a claudicar, a renunciar, a dejar lo que es por todo derecho mío, pero tarde o temprano tenía que admitir que esto ya no es el 2005 (y we're not in Kansas anymore). Y quizá, en toda honestidad, esto ya no es tan mío. El blog es una parte de mí que terminó por desprenderse y ahora se tiene que doblar limpia y elegantemente para guardarse con todas las otras cosas que eventualmente me recordarán que aunque ya no es 2005 (o 6 o 7 o hasta 8), alguna vez lo fue, y entonces fui todo lo feliz que se podría ser.

No quiero decir, pero tampoco quiero negar, que escribí cosas aquí de las que estoy orgullosa. Ese es el sentimiento general que me saca del blog. Todo lo que puedo escribir tiene el mismo peso para querer decirlo como para ser considerado ocioso, repetido, cansado e inútil. No es que no tenga caso quedarme, es que no hay manera. Y nunca he sido de forzar. Será que padezco un exceso de self-consciousness o será que se me acabó el autocompadecimiento, pero no es una pena. Otras cosas vendrán.

Y aunque no soy buena en el asunto del desprendimiento, tengo mis consuelos. Digo, total, si se murió Michael Jackson, que no se muera este blog.

Adiós, viejo nabo, adiós.

lunes, junio 29, 2009

Ya tengo 27 años

Y eso está muy bien.











But I still have to face the hours, don't I?

I mean, the hours after the party

and the hours after that...