viernes, noviembre 21, 2025

Adiós mil veces

Mi papá se murió hace tres años y todavía me toma por sorpresa, cualquier martes a las 2:35 pe eme, que esté muerto.

Hace un año y medio me dijeron que mi gato se iba a morir esa noche y todavía me toma por sorpresa que siga vivo. A las 6 a eme que vuelvo a tomar consciencia de mi cuerpo cóncavo y siento, entre mi estómago y mi pecho, a la cucharita más pequeña del mundo, un saquito de pelos despeinados relleno de huesos que cada día se sienten más filosos. Sorpresa. A las 5 pe em que tengo que volver a casa, aunque apenas salí a las 4, porque Kratos, así se llama mi gato, el Magistrado Kratos Olivio Filadefo Consomé de Pollo, ya casi tiene que comer de nuevo. Sorpresa. A las 11:50 pe eme que ya me quiero dormir, pero hay que esperar a la media noche para que se vuelva calabaza y darle su lata hipoalergénica y su medicamento. Sorpresa.

De mi papá no me despedí, no mientras él aún podía responderme, porque creí que iba a salir del hospital victorioso, como Mumm-ra el inmortal, como siempre. Del gato me he despedido mil veces.

Desde que me dijeron que se iba a morir, me la he pasado despidéndome. Cuando, por ejemplo, su apetito se vuelve un poco menos voraz, ahí voy y le digo "Está bien, mi niño, vete si aquí ya no tienes pendientes". Cuando no le devuelve un zarpazo a otro de los gatos, va un  "Si ya no quieres luchar, no luches. Descansa. Suéltate". O si tarda más de lo normal en desperezarse por la mañana o si hay que llevarlo al hospital porque los vómitos lo deshidrataron o si creo que respira raro o si realmente respira raro es un "Adiós, amor", un "Gracias por todo. Si tienes que irte, si quieres irte, vete". Pero siempre se queda.

Y qué bueno.

Pero luego está la gente.

La gente, que siempre tiene una opinión de todo, porque yo todo lo cuento, me dice que lo duerma. Lo que ven (leen, escuchan) es lo agotador que es mantener el delicado equilibrio de su cuerpo. Pobre, cómo va a vivir tomando pastillas (como yo). Cómo va a vivir yendo a cada rato al médico (como tú). Cómo va a vivir vomitando si come un poquito de más o un poquito de menos (como todos los que también tienen IBS). Cómo va a vivir en un cuerpo cada vez más cansado, cada vez viejo (como, pues, ¿cualquiera?). Pero yo lo veo comiendo con entusiasmo, cagando y meando donde debe, bañándose y perfumándose con sus babitas (un poco hediondas, tampoco se trata de engañarlos con que todo es perfecto), mirando a los pájaros por la ventana, me imagino que imaginándose esa otra vida donde él es libre y ellos están muertos, para luego ir a acostarse sobre mí, con su respiración suave, su cuerpo tibio de bollito mil veces recalentado en el microondas y una mirada entre amarilla y verde (entre preventiva y siga) que me dice "todavía sirvo, todavía sirvo, no me sueltes". O eso creo. Y, porque eso creo, no lo suelto.

No me quejo de que siga aquí. Aunque cueste. No me quejo de que su vida me tome por sorpresa todo el tiempo. Es sólo que, con cada una de esas sorpresas, pienso en que me hubiera gustado despedirme al menos una vez de mi papá. (Ay wey, sí es cierto, mi papá está muerto). Pero estuvo bien así, porque con él no tuve que sufrir una y otra y otra despedida, que todas duelen.

Me gustaría saber cuándo de verdad ya se va a morir mi gato para poder pasar sin el velo de la tragedia al acecho el tiempo que nos queda juntos. Pero está bien así, porque cada una de esas despedidas ya pasadas significan que él siguió teniendo la paz, las camas, el sol, la compañía de mis otros gatos, las medicinas para que nada le duela y mis cuidados constantes, y yo seguí teniendo su nariz rosita, su ronroneo, sus divinas enseñanzas sobre todo lo que soy capaz de hacer por otra vida y otro y otro y otro día con ese extrañísimo acto de amor, que no porque en el momento se sienta feo deja de ser amor acumulándoseme adentro, alrededor, afuera, que se han vuelto nuestras despedidas. Visto así, es menos triste. Y yo lo que necesito es menos tristeza. Visto así, está bien si aún le tengo que decir adiós otras mil, dos mil, diez mil veces.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo solo quiero mandarte un abrazo y decirte que, aunque no tiene nada que ver, ojalá algún día escribas una novela o algo así, a mi me pasa que cada que te leo mueves emociones y quisiera que durara más!

Anónimo dijo...

Te mando un abrazo. Yo creo que el magistrado Kratos sabe que cada despedida es un pedacito de una gran despedida. Y que se van juntando hasta que muchas despedidas pequeñas hacen una grande y amorosa que lo arropa. Que dure lo que él quiera y que te acompañe lo que deba. Sé que se irá agradecido por haber tenido muchos días que a pesar de ser difíciles le dejaron decir, cada día, un poquito más, un poquito más.